De vuelta de las vacaciones, he aprovechado para hacer limpieza y en un rincón de una estantería me he encontrado con un librito al que he tenido siempre un cariño muy especial por dos motivos. En primer lugar porque en solo treinta (30) páginas condensa de manera muy sencilla principios básicos para el desarrollo personal, abordando la gestión del tiempo, la motivación, la selección de prioridades, la felicidad, toma de decisiones y la creatividad, entre otros. La segunda razón es porque fue uno de los primeros libros que leí completos en alemán. Ya sé. Me diréis que treinta páginas no son una gran hazaña, es cierto, pero por entonces mi alemán tampoco alcanzaba para acceder a Goethe. Se titula «Zehn Freiheiten» (Diez Libertades) y está escrito por Stefan Boëthius y René Marchand en 1995 (ahí es nada), editado por Time/System.
Lo he releído de nuevo y, tanto el contenido como el estilo en que está escrito, me lo han vuelto a hacer interesante y atractivo. Como punto de crítica o más bien chocante, solo puedo decir que me ha sorprendido el uso frecuente del término «éxito» donde hoy en día utilizaríamos más a menudo y de forma más apropiada el de «desarrollo». Pero recuerdo, no sé aún si por razones de marketing o intencionadamente, que era habitual en el lenguaje de las escuelas de negocios de por entonces hablar de «formación para el éxito profesional» donde hoy utilizaríamos más bien la de «formación para el desarrollo profesional», mucho más equilibrada. A pesar de esta discrepancia el mensaje de los autores va claramente dirigido hacia el concepto de desarrollo frente al de éxito y eso es patente en el documento.
He buscado en internet, y el número de ejemplares disponibles es escaso. Creo que merece la pena mantenerlo vivo, por lo que, con el permiso de los autores por supuesto, y tratándose de un texto corto, he procedido a traducir mi ejemplar y lo pongo a vuestra disposición en mi blog. Lo he actualizado mínimamente porque en 1995 todavía había telefaxes, los PCs se arrancaban (ahora se encienden), se utilizaban buscapersonas y algunos ejecutivos hasta cambiaban de coche cada dos años. Por lo demás, he procurado ceñirme en lo posible al texto original.
En estos días de vuelta de vacaciones en que muchos nos planteamos metas nuevas, espero que este artículo os sirva de inspiración y os aporte alguna idea clave. Me encantaría que me hicierais llegar vuestra valoración o me enviarais vuestros comentarios. Disfrutad de la lectura.
Diez Libertades, Stefan Boëthius y René Marchand
Ese fue el libro número 82. Lo cerró y se echó hacia atrás. Acababa de tragarse el último de una serie interminable de libros sobre el éxito.
Hace dos años, Martin se dio cuenta de que le iba bien, pero no estaba del todo satisfecho. Sabía que tenía más posibilidades y potencial por explotar, pero no encontraba las claves para ello. De modo que esperaba que estos libros le mostraran el camino. Martin recibió un montón de consejos, puntos de vista inteligentes y recetas, pero ¿cómo abordaría todo eso de manera concreta y paso a paso, trasladándolo a sí mismo y a su situación concreta? En el último libro le pareció haber encontrado algo interesante. «La simple copia de recetas no es la solución», decía, «sino la aplicación de cada receta a uno mismo, adaptándola y poniéndola en práctica lo más directamente posible». Diseñar el camino propio es la única manera de lograr un éxito duradero.
Por eso, Martin decidió apuntar y guardar para sí las ideas básicas en forma de unos pocos, pero centrales, principios personales. No deberían suponer, sin embargo, unos nuevos mandamientos, deberes o limitaciones, sino libertades: Propuestas libres para él mismo.
Así que buscó papel y lápiz y anotó sus diez (10) libertades:
- Simplifico mi vida
Tengo demasiado de «demasiado». Demasiadas cosas, demasiados gastos, demasiado trabajo, demasiadas obligaciones con demasiado peso. Todos los «demasiados» son como piedras que arrastro. Cuantos más tengo, más pesado es el lastre. Estas piedras se plantan alrededor de mí como una pared que me aísla de la vida. Han crecido mucho porque creía que me harían la vida más llevadera, más agradable y más libre. Pero al final ha ocurrido lo contrario: tengo la sensación de estar sentado en una jaula de oro que me quita libertad y alegría de vivir. De manera que con tantos «Demasiados» soy prisionero de una jaula de «deberes», «hay ques» y «tengo ques».
Por eso simplifico mi vida, y suelto lastre. ¡Al grano! Empiezo por mis pertenencias personales. Recorro cada estante, cada cajón, cada caja, cada barra de ropa, y recojo todo lo que no he estado usando durante meses. La mayoría lo regalo o lo vendo. A continuación, reviso mis gastos para vivir: comida, teléfono, viajes, etc.. Gran parte son costos que no contribuyen a mi bienestar. Pienso en el coche que casi no utilizo, el gimnasio al que no voy o las APPs de pago que no llego a usar todo lo bien que quisiera por falta de tiempo; o a las muchas revistas y periódicos a los que me suscribo, pero rara vez leo. Me abruma el exceso de información que no llego a asimilar del todo y que me distrae continuamente. Estoy convencido de que puedo pasar sin mucho de esto y sin perder calidad de vida. Por otro lado, me siento aliviado y más libre de movimientos.
Escribo en una lista todas las cosas que quiero eliminar, detener o restringir. Así que, paso a paso, semana a semana, haré algo para la simplificación de mi vida diaria. Apunto lo que se puede quitar y genero ideas y posibilidades nuevas. Simplificar significa para mí crear nuevas cualidades y descubrir nuevos valores inmateriales.
- Doy la vuelta a los problemas
A veces me encuentro en un callejón sin salida, y me conduzco mentalmente bloqueado. Doy vueltas y vueltas, y no veo la solución cerca. Mi provisión de resultados conocidos simplemente se ha agotado. A pesar de mucha diligencia y sudor, resulta que la vía del pensamiento directo no trae el éxito esperado. Y es que mi propia experiencia del pasado me mantiene cautivo. Así que ¡tengo que salir del camino de la solución existente!
Primer paso: Veo las oportunidades del problema y sus dificultades. Míralas como posibilidades positivas y requisitos para cambiar la situación: «¡Empaquétalo Martin!». Segundo paso: Le doy mentalmente la vuelta, como en un callejón sin salida, y vuelvo al último cruce. Allí están de nuevo todas las vías de pensamiento abiertas. El giro me aporta la distancia necesaria al punto crítico y me acerca a la solución. Comienzo desde el lado opuesto a la posición de salida. Desde perspectivas laterales e inusuales, considero soluciones que aparentemente no me llevaban a ninguna parte.
Es así como, hace unos años, se ideó una bicicleta no sólo para la carretera, sino sobretodo para la «no-carretera»: Nació la bicicleta de montaña. Los patines en línea, se originaron para poder patinar en verano. Y por el contrario, el snowboard se desarrolló a partir de la tabla de surf, para surfear en invierno.
Está claro, la inversión del planteamiento inicial del problema o el pensamiento lateral prometen «experiencias ¡aha!» interesantes. Es el punto de partida para pensamientos y acciones completamente nuevas, ampliando el espacio de solución y de manera más libre.
- Hago equilibrios
Para mí, en este momento, la vida es como montar en un triciclo, cuya rueda delantera amenaza con reventar por sobrepresión, la rueda trasera izquierda apenas tiene aire, y la rueda trasera derecha tambalea apoyándose la llanta directamente sobre el suelo, pudiendo caerme en cualquier momento. La rueda delantera corresponde a mi trabajo, que requiere gran cantidad de mi tiempo y dirige mi vida por completo. La rueda trasera izquierda es mi familia y amigos, que se está desinflando. La rueda trasera derecha me representa a mí mismo. Es casi inexistente, porque de manera sistemática siempre he colocado mis propias necesidades y deseos detrás del todo.
Las tres áreas de la vida «trabajo», «relaciones» y «yo» están en dependencia mutua. El déficit en un área afecta negativamente a las otras dos. Si pierdo una rueda, pierdo el equilibrio. Para que esto no suceda, tengo que cuidar de que me preocupo de lo que necesito. Así que me preocupo de recargar mis baterías y mantener mi vitalidad y alegría de vivir. O incluso, las aumento. Cuanto más considero mis propias necesidades, más puedo contribuir positivamente a los demás, tanto en el trabajo como en la vida privada. Estoy construyendo un nuevo triciclo, donde la rueda «trabajo» y la rueda «yo» intercambian posiciones, de modo que la rueda delantera de dirección me simboliza «a mí». Quiero ser capaz de controlar y dirigir mi vida. Si ahora pongo la responsabilidad sobre mi vida en el manillar, estoy mejorando el equilibrio entre mis relaciones y mi trabajo. Es mucho más fácil y más satisfactorio para el triciclo de la vida conducirse con todas las ruedas bien bombeadas. Sólo con equilibrio puedo ser un mejor marido, padre, amigo, colega, compañero de trabajo y superior.
El primer paso en la dirección correcta sólo puede ser: Tengo que planificar más tiempo y libertad para mí. Tiempo para pensar y meditar. Tiempo para relajarme y descansar. Tiempo para las cosas que me divierten y me dan el equilibrio necesario.
- No voy a motivar a los demás
Me gusta estar con colaboradores motivados. Pero es difícil motivarlos. Tengo que empujar, construir y alabar, crear incentivos, y dar constantemente buenas razones por las que estamos haciendo esto y no aquello. Pero nunca parece surgir la dinámica adecuada. Creo que si yo no estuviera, nada avanzaría. Todo cuelga de mí y consume mis fuerzas.
A partir de hoy dejaré de intentar motivar a los demás. Quien motiva, minusvalora, porque con ello muestra que no tiene confianza en la voluntad de los demás. Es como autoimponerse una tarea de Sísifo[i], prometiendo siempre más o ejerciendo más presión para mover algo. Porque en realidad no es posible motivar a los demás.
Creo un marco en el que los demás puedan desarrollar su auto-motivación. En primer lugar, voy a dejar de desmotivar: Acepto otras formas de pensar, comportamientos, objetivos preferencias e inclinaciones, y aporto armonía en la realización de mis tareas. No cuestiono a los demás simplemente porque tienen una opinión diferente. No siempre tengo que dominar y brillar para cumplir mi papel de jefe. Soy más generoso con el reconocimiento y me complace ver los logros de los demás. Sé que sobretodo las batallas de prestigio, las demostraciones de fuerza, el comportamiento autoritario y la falta de confianza son desmotivadores y enterradores de toda auto-motivación.
Pero la condición más importante para generar la motivación de los demás es mi propia motivación. Ésta se irradia hacia fuera y se extiende a otros, y es la mejor receta contra el comportamiento desmotivador. Desarrollo mi auto-motivación haciendo cosas que tienen sentido y valor para mí.
- Yo juego mi juego
Me acuerdo de personas famosas que han alcanzado sus metas de gloria y riqueza, pero finalmente se enfrentan a un vacío personal. Están insatisfechas. Su error es tal vez que han dirigido toda su energía a este único objetivo de manera obstinada. Entraron en un juego que tenía siempre una única finalidad: Bajo cualquier circunstancia ser el brillante ganador. Conseguir reconocimiento. ¿Y después qué?
El problema es que muchos de ellos se quedan en la meta parados porque sienten el estímulo y la fuerza de alcanzar la siguiente meta. También porque al principio retienen la pose de vencedor o el Óscar ante sus ojos y no viven el momento después del triunfo. Esto les impide darse cuenta del detalle de que incluso no querían jugar a ese juego. Y tal vez no fueran realmente felices, a pesar de la victoria.
Como si se tratara de la vista desde un pájaro en ascenso, a medida que sube, los objetivos individuales se ven más pequeños y más irrelevantes de lo que se veían anteriormente, y los nuevos objetivos y los siguientes se hacen visibles en el horizonte. Entonces, el juego tiene que continuar, porque no tiene fin. El juego se convierte en un evento infinito. No es tan importante alcanzar un objetivo intermedio individual o una línea de meta, como el constante ir hacia adelante, mantenerse en movimiento buscando el éxito. Una mayor distancia con respecto a la acción me enseña el verdadero significado: ¿Qué juego es el importante para mí? ¿a qué jugar y por qué razón? No todo en el juego es el éxito. Así que comienzo a dar una vuelta a mis fracasos, y no los juzgo como derrotas, sino como oportunidades de aprendizaje. Estoy creciendo con cada derrota. Mi obstinación y mi tensión se disuelven, mi alegría regresa. Así que juego mi propio juego infinito. Juego para poder jugar, porque me procura placer y me aporta valor. Por eso, siempre es importante para mí seleccionar mis siguientes y posteriores objetivos. Para ello, mantengo la distancia y la altura, pero sobre todo mantengo mi alegría.
- Me libero para hacer mi trabajo
En mi escritorio hay dos post-its por la mañana: Tengo que devolver dos llamadas. Tan pronto como me siento en el escritorio, el teléfono suena. Singapur. Pongo en marcha el PC. Cinco correos en el buzón electrónico, dos con prioridad máxima. Reviso el correo. La mitad es publicidad. Dos revistas especializadas para leer. El resto: mensajes para contestar. Un compañero de trabajo trae un documento que ha preparado. El buscapersonas emite un pitido. Mi jefa ya está en la puerta. El aviso en el PC parpadea: 5 minutos para la reunión. ¿Cómo coger la sartén por el mango? Si por mi lado solo puedo reaccionar, en lugar de actuar, mi creatividad permanece atrapada y no llego a los resultados que quiero. Aunque sé que tengo que abordar mi trabajo de manera diferente, estoy atrapado por el día a día de la oficina. Me siento anclado en una red de personas, información e interacciones. No puedo cambiar mi entorno, pero sí a mismo. Por eso, tengo que cuestionar mis comportamientos. Hay ciertos hábitos que me obstaculizan en mi trabajo. ¡A menudo reviso mis correos y el móvil sin necesidad! ¡A menudo acepto una tarea sólo porque otros lo hacen! ¡A menudo leo lo que no es importante, sólo porque está en mi buzón de correo! ¡A menudo participo en una reunión sólo porque me han invitado! Tengo que identificar todas las situaciones que me impiden realizar mi trabajo. Para cambiar mi comportamiento, tomaré nota de las cosas que quiero cambiar. Escribir me ayuda a describir con precisión mis «ladrones de tiempo» y reconocer sus causas. Me hace mucho más autoconsciente. Además, estableceré un «momento silencioso» para mí todos los días, que llevaré como una cita en mi planificación diaria o semanal. Yo me protejo. Cierro mi puerta, apago el móvil. ¡No estoy! Ya me estoy imaginando lo que puedo resolver, abordar y lograr en esa «hora».
- Estoy por las soluciones elegantes
La expresión de opiniones y la imposición de los puntos de vista propios, cueste lo que cueste o tener razón y guardárselo, son ciertamente dos formas de actuar que no pueden adoptarse como lema para la vida y el trabajo, con independencia de jefes o no jefes. Esto solo permite que los problemas solo se desplacen y no se solucionen. No quiero ser un león que constantemente grita y domina la reunión con su fuerza, ni una mosca, aplastada contra la pared sin decir palabra, ni salir volando.
La cuestión, el eje y el punto de discusión, deben quedar en el centro, y no las personas y los sentimientos. Si no, permanecen las discusiones y la sinrazón; un espacio donde se entra y no es posible encontrar la salida. La argumentación de cada uno debe dirigirse a la solución y no a la defensa del punto de vista propio. Esto se demuestra tanto en reuniones de proyectos difíciles, como en casos de colisión entre vehículos, en la educación de los hijos o en las relaciones con los vecinos.
Se trata de buscar una solución real y objetiva. Sólo hay una pregunta: ¿cuál es la solución más elegante, estética y válida? El resultado más elegante es aquel del que todos pueden estar orgullosos y contentos; en contraste con los compromisos pobres, con los que todo el mundo permanece infeliz. Por ello, debo estar preparado para, según toque, emprender estrategias diferentes y asumir roles distintos. Dependiendo de la situación, tengo que avanzar o rendirme. Esta es la libertad que debo darme. Esta es la libertad que pido para mí mismo.
Es importante que prepare y planifique las consecuencias de las diferentes soluciones, ya sea en una lista o un mapa mental, así como vincular soluciones contrapuestas y proponer alternativas que nos aporten ventajas fruto de la preparación ejercida para la búsqueda de soluciones.
- Me imagino con 100 años
El futuro es incierto. Todo es posible. Solo una cosa es cierta: un día tomaré mi último aliento. Suprimir este hecho es cerrar mis ojos al futuro y no reconocer completamente mis posibilidades y potencialidades.
La muerte es un hito importante que me ayuda a ver mi vida en todo su contexto. Sin él, tendría una cantidad infinita de tiempo a mi disposición. El tiempo no valdría nada. La muerte limita mi tiempo y lo hace valioso. Puedo incluir mi finitud como un ingrediente importante para mi futuro, que me hace más consciente y advierto un significado más profundo en la vida. Todo lo que hago tiene su propio valor y es un paso significativo en mi camino a través de la vida.
Me planteo un plan personal para los próximos 10 años. No es fácil. La pregunta es: ¿Qué debo incluir en la planificación, de manera que pueda vivir mi vida como yo deseo? Me imagino que tengo 100 años. Mi bisnieto más joven me visita a menudo. Acaba de cumplir 17 años y ya se hace muchas preguntas sobre la vida. Un día, me pregunta: «Dime, cuando miras hacia atrás en tu vida ¿de qué estás orgulloso, y de qué te arrepientes?» Yo respondo: Estoy orgulloso de todas las decisiones y experiencias que tuve el valor de hacer y me arrepiento de todas las oportunidades y posibilidades que se presentaron y dejé pasar. «Pero mi bisnieto quiere saber exactamente: ¿Pero de qué concretamente estás orgulloso y de qué te arrepientes ahora?
Dar respuesta a esta pregunta me ayudará a planificar mis próximos 10 años para aprovechar las oportunidades y arrepentirme de menos cosas. Porque desaprovechar la vida es una carga para mí y también para mi entorno.
- Cuido de la lentitud y soy más rápido
La segunda manilla del reloj muestra lo rápido que pasa el tiempo y cómo nos presiona. «La velocidad es hoy en día el factor de éxito más importante», se dice y se sostiene a menudo. El tiempo es dinero, y la toma de decisiones con inmediatez y gestionar rápidamente se considera por lo tanto una virtud. Esto casi no se cuestiona. Porque la experiencia parece darle la razón en algunos aspectos. Y sin embargo, quien deliberadamente recurre a la lentitud en sus decisiones a menudo llega más rápido, más seguro y menos exasperado que el apresurado. Ejemplo típico: Estás en un embrollo. Los impacientes proponen inmediatamente maniobras rápidas en cualquier dirección. El hombre lento rechaza esto porque sabe que la situación sólo se complicará más si la acción siguiente no está bien meditada. Ser lento significa mantener la calma, estudiar el problema con cuidado y pensar en soluciones. Lo preparado debidamente con tiempo, en última instancia, vale la pena también en términos de tiempo ganado.
La próxima vez que esté en una situación de angustia y no se ofrezca ninguna solución inmediatamente, primero consideraré cuánto tiempo me queda para dar una solución. No es raro que algunos se sorprendan cuando alguien pregunta cuánto tiempo hay realmente disponible. Cuanto más tiempo se me ofrezca, más tranquilamente puedo pensar.
Habitualmente, nos referimos a pensar sobre un problema, con «consultarlo con la almohada» y es acertado. Con el paso del tiempo obtengo más distancia y visión de conjunto y mi subconsciente, que nunca se apaga y se ocupa constantemente de lo que no está resuelto, puede aportar en la solución. Reconozco cómo actúa cuando de repente se me aparece la solución a un problema en el momento más inesperado ¿O no te has despertado alguna vez diciendo, y cómo no se me ocurrió esto ayer? Con lentitud fortalezco mi lado creativo y logro soluciones bien pensadas que ayudan a ahorrar tiempo cuando se implementan.
Para el cuidado de la lentitud es bueno escribir. Formular preguntas y anotar hipótesis me obliga a crear conciencia y debate. Libera mi cabeza hacia fuera. Lo que he guardado en papel, puedo borrarlo con seguridad de mi memoria. Me aporta espacio para mi creatividad y serenidad para reflexionar.
- Cuestiono y encuentro el sentido de las cosas
La quintaesencia más importante del contenido de los 82 libros sobre el tema del éxito es que «una buena receta no hace un buen cocinero durante mucho tiempo». Saber cómo debería proceder para tener éxito no es suficiente para lograr el éxito. Sabiendo que tengo que comer menos, no me ayuda a deshacerme del exceso de peso. Hay innumerables dietas que seguidas adecuadamente sin duda ayudan a adelgazar, pero ¿qué pasará en el largo plazo? Tan pronto como abandone la disciplina, los kilos volverán.
Si quiero tener un éxito duradero, primero debo encontrar el eslabón perdido entre el conocimiento de cómo hacerlo y la implementación real. Este vínculo son mis valores!
Un método de éxito nunca puede funcionar si no está anclado en mi sistema de valores. Los métodos de éxito no se pueden copiar. Para tener éxito constante, tengo que partir de mis propios valores y desarrollar mi éxito personal. Debe haber una armonía entre el método y mi propia personalidad.
Pero antes de empezar, tengo que analizar y preguntarme. ¿Me guío realmente por unos valores a los que estoy entregado en cuerpo y alma? ¿He pensado en lo que significan en último lugar? Los consejos, los prejuicios y las tonterías obstaculizan mi orientación. Si tengo un sistema de valores bien definido y firmemente anclado, puede ser más fácil vivir la vida, tener un punto de vista claro, más sencillo y dar a mis acciones un propósito deliberado. Solo podré identificar el significado de mi vida cuando me refiera a mi sistema de valores y de la misma manera cuando conecte mi persona con mi personalidad o mi profesión con mi vocación.
Como método de desarrollo personal, he definido tres valores que son particularmente importantes para mí. Este libro fundamentalmente trata de uno: la libertad.
Fin
Ahora es tu turno ¿cuáles son tus 10 libertades?
[i] Sísifo es un personaje de la mitología griega, fundador de Éfira (actual Corinto), conocido por su castigo consistente en empujar cuesta arriba una piedra hasta la cima de una montaña, volviendo a rodarla hasta abajo para proceder a subirla otra vez y así repetidamente.